Vivir en Guerrero es un acto de fe.
- José García
- 7 ene
- 3 Min. de lectura
Tragedia sobre tragedia; así se ha construido el devenir histórico del estado al que dio nombre el General Vicente Guerrero. Estado costero, receptor recurrente de fenómenos naturales; si no es la Placa de Cocos con sus estiramientos repentinos, son Paulina, Ingrid, Manuel, Otis y John recordándonos de formas poco amigables que el ego antropocéntrico, tan faraónico, tan megalómano, será nuestra perdición como especie. A la par de estas tragedias naturales están las tragedias sociales; El Charco, Aguas Blancas, Ayotzinapa, San Miguel Totolapan, el 60 en Chilpancingo, etc.
Y no conforme con eso la alta cúpula divina nos aventó las tragedias políticas; cacicazgos históricos, el PRI, pobreza, marginación, gobernantes indecentes, crimen organizado, corrupción, impunidad, inseguridad, violencia y más. En 2021, con la alternancia política que vivió la entidad, se vislumbró una pequeña ventana que representaba los anhelos de paz, justicia y democracia para un estado tan golpeado como el nuestro, anhelos apalancados desde la fuerza y legitimidad del proyecto del entonces presidente Andrés Manuel López Obrador.
El paso del tiempo ha acentuado la desesperanza y ha exacerbado el enojo de una población cansada, que se siente burlada y que está en evidente situación de indefensión. Duele ser un ciudadano que se sabe vulnerable: tomar la combi o el transporte público, ir a un bar a divertirse, ir al banco o al mercado, caminar por las calles o asistir a los espacios públicos en Guerrero es un deporte de alto riesgo y aquello que se mantenía relativamente sacro es ahora terreno de disputa entre los más inconfesables intereses como la Feria en la capital del estado.
Ante tan cruenta situación las respuestas gubernamentales saben a burla; condenar enérgicamente los hechos, instruir a las autoridades correspondientes a hacer su chamba y reiterar su compromiso con la paz y la justicia. Y en medio de todo el desastre, películas en Cinepolis premiadas en el Festival del Perro Cachetón de Brincalejos, karaoke con cantantes famosos, oración al cuarzo milagroso, funciones de lucha libre, fotos en la playa, discursos acartonados y ajenos, actos políticos con mucha porra, mucha batucada, mucha lambisconería, selección de personal en función de las pulsiones picaronas del líder, etc., nada que nos haga pensar que están haciendo su esencial trabajo.
Da la impresión de que estamos desaprovechando, entre tanta frivolidad, la ola progresista que nos demanda trabajar por los sectores sociales olvidados por el discurso modernizador capitalista. Por el contrario, esta élite política solo busca, al estilo de El Príncipe de Maquiavelo, la preservación del poder a costo máximo. Mientras ellos juegan a gobernar la gente llora a sus muertos, se mueve entre incertidumbres, se aísla, por protección, del espacio público, conversa a discreción y sigue acumulando enojo, enojo que puede ser capitalizado políticamente por la derecha que al estilo de su líder Estadounidense puede enarbolar el estandarte de “Hagamos a Guerrero grande otra vez”.
Cierro este texto despidiéndome del camarada José Vidal Nava, asesinado el 24 de diciembre en la plazoleta del Barrio de San Mateo en Chilpancingo. Hombre fiel a sus principios; defendía su militancia como cosa de honor y eso generaba un sinfín de desencuentros con un servidor. Pero por encima de la cosa política siempre estuvo el futbol, las buenas pláticas y la camaradería en una muy buena etapa de la vida. Hasta siempre Vidal, tu partida y todo lo que le rodea nos da la certeza para poder decir que VIVIR EN GUERRERO, ES UN ACTO DE FE.
José Luis García
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